LAS ELECCIONES MUNICIPALES EN MARRATXÍ DURANTE EL FRANQUISMO

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«La dictadura franquista (1939-1975) supuso la anulación de los derechos y las libertades propios de los sistemas democráticos, entre ellos las elecciones libres, pero no por ello dejaron de convocar plebiscitos y consultas populares para la elección de cargos políticos. De este modo, entre el final de la Guerra Civil y la muerte del general Franco se convocaron dos referéndums, dos elecciones generales de procuradores y cerca de una decena de elecciones municipales. Naturalmente, eran unos comicios sin ninguna garantía democrática y controlados por el poder «.

Así comienza la ponencia titulada «Las elecciones municipales en Marratxí durante el franquismo (1948-1973)», que Martín Rotger, graduado en Historia y vecindario de Ses Cases Noves, presentó en las Jornadas de Estudios Locales de Marratxí de 2016. Además del resumen detallado de cada una de las convocatorias electorales celebradas, el autor habla del marco general que España vivió en aquella etapa.

Rotger afirma que «las elecciones municipales durante toda esta etapa se enmarcan en el proceso de construcción del llamado Nuevo Estado, es decir, la consolidación y legitimación del franquismo (…) Las autoridades locales y provinciales tenían asignada una función de control, mientras que para la presentación de candidaturas se exigían una serie de requisitos a fin de garantizar que sólo los más adictos al régimen llegaran al Ayuntamiento».

El autor de la ponencia continúa haciendo el retrato político de la época, y asegura que «a medida que el bando sublevado se hacía con el control de las ciudades y los pueblos, los ayuntamientos republicanos eran sustituidos por comisiones gestoras formadas por falangistas, elementos de la derecha local, militares y/o personas que habían apoyado el golpe de estado. (…) Las gestoras rigieron los ayuntamientos alrededor de una década. Concretamente, en el caso de Marratxí, durante más de doce años «.

Por otra parte, Rotger hace una referencia explícita al significado de la Ley de bases de régimen local (1945). «Tenía por objetivo la normalización de las administraciones locales según los principios ideológicos y jurídicos del régimen. Concebía los ayuntamientos como ‘corporaciones públicas de finas económico-administrativas» vacíos de cualquier función política. Estaban presididos por un alcalde, nombrado por el ministerio de la Gobernación en el caso de las capitales de provincia y las localidades de más de 10.000 habitantes y por el gobernador civil en el resto de municipios. La duración de su mandato era indefinida y podía ser destituido en cualquier momento». Así, concluye Rotger, «durante el franquismo los alcaldes no eran representantes de los ciudadanos, sino delegados del estado en el municipio».

«En esta etapa -continúa- las corporaciones locales tuvieron un funcionamiento muy presidencialista. El alcalde concentraba la práctica totalidad de los poderes (…), todos los niveles de la administración quedaban bajo el control del aparato franquista. En cuanto a los concejales, su número era proporcional a la población de la localidad. En Marratxí, como todos los municipios que tenían 2.001 y 10.000 habitantes, había nueve concejales. Eran elegidos por tercios según el principio de democracia orgánica en el Fur de los Españoles para períodos de seis años y renovados parcialmente cada tres años. Así, tres concejales pertenecían al tercio de representación familiar, tres en el tercio de representación sindical y los otros tres en el tercio representativo de entidades económicas, culturales o profesionales «.

Tras la exposición inicial, Rotger repasa todas las elecciones celebradas en Marratxí durante la dictadura: las de 1948 (se imponía el juramento de los concejales ante el alcalde y con esta fórmula: «Juro servir fielmente a España, guardar lealtad al Jefe del Estado, defender y fomentar los intereses del Municipio, mantener sume competencia y ajustar mi conducta a la dignidad del cargo «), de 1951, 1954, 1957, 1960, 1963, 1966, 1970 y 1973.

Ya en el capítulo de conclusiones, Martín Rotger señala que «hay algunos aspectos que la documentación oficial no refleja y otras fuentes no recogen, pero podemos afirmar que los comicios en Marratxí siguieron la dinámica general tanto insular como estatal en cuanto al desarrollo del proceso ya la movilización del electorado. No se produjeron acontecimientos destacables que rompieran la atonía característica de estas elecciones, los habitantes de Marratxí acudían a las urnas cuando eran convocados para cumplir con una tarea prácticamente burocrática y evitar posibles represalias, aunque cada vez lo harían menos. Tampoco nos consta la manipulación de los resultados ni un alto grado de intervencionismo por parte de las instancias superiores, lo que quiere decir que los concejales electos por el tercio de cabezas de familia tenían un cierto apoyo popular. Ahora bien, esto no quiere decir que podamos hablar de democracia ni que no hubiera un control del proceso ni que no se haré el reparto de concejalías, sobre todo en los tercios de representación sindical y representativo de entidades.

Finalmente, el autor destaca como «importante» el factor territorial, «ya que se debe tener en cuenta que, al menos en ese momento, no hablamos de un pueblo sino de cuatro, cada uno con su particular idisioncrasia».