‘GREIXONERES’ ADAPTADAS A LAS VITROCERÁMICAS

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La alfarería Can Vent, de Pòrtol, mantiene la tradición en muchos de los parámetros originales de la empresa y del mundo del barro en Marratxí. Por ejemplo, sigue teniendo como materia prima la tierra de Pòrtol, con una composición rica en hierro y refractaria que otorga una resistencia importante a las piezas fabricadas. También, en la medida de lo posible, mantienen el color rojizo de la misma tierra (una vez barnizada y pasada por el horno, eso sí), en contraposición a la tendencia de muchas ollerías, que han apostado por dar predominio a los colores en muchas de las piezas fabricadas.

Lo que en Can Vent ha tenido que adaptarse a las demandas de la clientela ha sido la elaboración de determinada proporción de greixoneres o cazuelas (un 20%, aproximadamente) aptas para cocinas vitrocerámicas que no sean de inducción. ¿Cómo? «La diferencia básica respecto a la cazuela de toda la vida es que esta tiene el culo circular, mientras que la cazuela para vitrocerámica debe tener el culo plano», explica Toni Mesquida, el dueño de Can Vent.

En su alfarería, tiene fotos que constatan la evolución del oficio. Es el caso de un asno que daba vueltas alrededor de un molino para producir el barro, lo que hoy hace (en el caso de Can Vent) una antigua pastera de panadero adaptado. Una vez se tiene el barro hecho, se empieza a manipular con el torno; finalmente se añaden las asas y se hace el limado. Una vez terminada la pieza y hasta entrar en el horno pueden pasar de cuatro a siete días, dependiendo de la temperatura ambiente y, por tanto, del tiempo que tarde la pieza en secarse.

Una vez en el horno, permaneces en él unas 12 horas a temperaturas de 980 a 990 grados. Finalmente, la pieza (sin salir del horno) debe terminar de cuajar y enfriar otras 12 o 15 horas.