«El agua que pasa por el río Ebro tiene mucho que ver conmigo, nunca es la misma». Pese a nacer en Tortosa, la artista Teresa Matas se considera mallorquina. Residente en Palma desde los tres años, siempre ha tenido un vínculo con Marratxí, donde vive desde 1969, cuando se casó. Sus recuerdos tempranos ya incluyen el viaje en tren desde Palma hasta la casa de sus abuelos, en Es Pla de na Tesa. Allí trabajó durante veinte años, en el convento de las Hermanas Agustinas, que le cedieron un espacio para que hiciera su habitación propia donde crear y dejarse llevar. «Siempre he amado a Marratxí», dice al preguntarle por su vínculo con la tierra del fang.
¿Esta estima que sientes, Marratxí te la devuelve?
Sí, me he sentido muy bien. Además, mi marido nació aquí. Todos estos años Miquel (el ex alcalde Miquel Bestard, Es Pont d’Inca, 1942-2022) me ha hecho vivir intensamente, más aún, lo que es vivir en el pueblo, en Marratxí.
Hace unas semanas pudiste acudir a la inauguración de Sa Refinadora como espacio expositivo, un lugar especial muy vinculado a tu familia.
Mi suegro era el encargado de Sa Refinadora y vivían en la casita. Nosotros estuvimos a finales de los años sesenta y setenta, y cuando nacieron mis hijos, el 72, 73 y 79. Han jugado con los montones de algarroba, lo he vivido mucho. Además, en el laboratorio, donde estaba el director, también trabajó una hermana mía.
¿Cómo era el espacio?
Al entrar en el recinto, en la parte delantera estaba la casa, que estaba muy bien, muy tranquila. Había un pequeño jardincito. No era excesivamente grande, pero no faltaba nada, y hicimos muchas comidas y cenas. Tenía algo especial, unas lámparas que ya estaban allí, de la fábrica. Vinculada a la casa estaba la oficina y la del director.
¿Cómo ha sido volver después de tantos años y poder dar un premio allí mismo, el del XXXVII Certamen de Pintura?
El espacio me gusta mucho. No me esperaba dar el primer premio. Supongo que el alcalde me dio la palabra al saber que era el lugar en el que estuvimos, y por el currículo que tengo en Marratxí, las cosas que he hecho, y las veces que he sido jurado del certamen, que han sido muchas.
El nivel de las obras fue muy grande; ¿fue difícil elegir?
Las obras son buenísimas, disfrutamos de elegir lo que más nos gustó. Aunque fuéramos una artista joven (Ela Fidalgo), una que ya no lo es y un galerista (Xavi Fiol), cada uno con una visión muy diferente de la obra que nos atrae, distinta sensibilidad, nos entendimos muy bien.
¿Qué valoras en una obra para elegirla?
Cuando miras una obra hay algo que no puedo decir con palabras, pero que te atrae, que te gusta, dices ¡uf! Yo no conocía la obra de esta artista (la ganadora, Pepa Sauté) y me decía muchas cosas, me hacía sentir, que es lo que quiere transmitir el arte.
En tu trayectoria, ¿cuál es el premio que más ilusión te ha hecho?
El primero, el del Salón de Primavera del Ateneo de Maó, en 1986-87. Al cabo de un tiempo de haber enviado la obra, telefoneé y me dijeron “usted ha sido seleccionada, y ha ganado la medalla de honor”. En 1985 hice el cartel para la Muestra Internacional Folklórica de Sóller. Siempre he trabajado sola, sin relacionarme con otros artistas, y he tenido que sacar mi obra para saber qué efecto tenía mi trabajo
¿Cuáles son tus influencias?
He leído mucho y lo que más ha influido en mi trabajo ha sido la palabra escrita. La obra plástica mía se ha sentido muy acompañada de la lectura. Sentir lo que siente el escritor me ha hecho sentir acompañada. Ellos expresan con palabras lo que nosotros, los artistas, expresamos con la materia.
Siendo madre de tres hijos, ¿cómo has compatibilizado la vida familiar y las responsabilidades con la creación artística sin tener remordimientos?
Es una gran lucha, pero cuando tienes tantas ganas de hacer algo debes sacar ese momento para hacerlo y no tener pereza, yo lo he luchado. Me he ido de viaje (por trabajo) y me ha costado mucho dejarlo todo, pero he tenido capacidad de trabajo, y las ganas. Con tres hijos, me iba dos horas a Es Pla de na Tesa, al convento donde trabajé 20 años, por una necesidad de expresarme. Cuando veía que gustaba, decía “ben bé”.
¿Cómo lo has hecho?
He llevado a los niños a clase y la casa, pero he buscado mi habitación propia, de la que hablaba Virginia Woolf, para encontrarme a mí misma, ni la madre, ni la hija, ni la esposa. Tienes que ir día a día, y que cada paso que haces sea auténtico. Si estás buscando que sea fácil, no harás nada. Tienes que creer en ti, es muy importante.
Te ha gustado trabajar con distintos materiales y disciplinas, mezcla de pintura, telas; has expuesto en el Museo Textil de Terrassa…
Sí, siempre he cogido el material que me ha dado la gana porque las telas de bastidor no me han gustado. Iba a buscar ropa, esta tela cruda de fogasser, para quesos, me fascinó. Las sumergía en unas mezclas de látex y polvo de mármol. Extendía y quedaban rígidas. Aquí empezó la serie «Mirall Buit». Una de estas obras fue la que me llevó a la feria ARCO de 1992, sin pensar que lo que estaba haciendo era original. ‘¿Y por qué hacías esto’, dices? Yo también me lo pregunto. Si lo supiera, tal vez no lo haría. Quiero decir, es algo por lo que te dejas llevar.
¿Cómo te sientes siendo un referente para tus nietos y las artistas autodidactas que quieren ser como tu?
Me he quedado sorprendida, pero últimamente se han interesado por mi obra, me han hecho visitas y me lo han dicho (eso de ser un referente). Tal vez por que he empezado de la nada. Estoy abierta a lo que quieran. Los nietos quieren ser artistas, y tienen en mi casa una sala para ellos, donde hacen lo que quieren. Si lo he hecho yo, no puedo decirles nada, pintan hasta las paredes.
¿Qué le dirías a la gente que afirma que el arte no es para ellos, porque no lo entienden?
Tiene que ver con la curiosidad que tienes. En lugar de decir ‘no entiendo nada’ e irse, debemos tener un diálogo: de dónde vienen, qué les gusta, y yo explico por qué hago esto. Cada uno tiene su arte. La gente del campo puede decir “yo no entiendo de pintura”, pero ellos crean a su manera.
¿Las obras abstractas, que son tu especialidad, deben explicarse?
No debería explicarse su significado. Si es necesario, se hace, en entrevistas, pero hay gente a la que no le gusta leer. Para los artistas una de las cosas más difíciles es que nos hagan explicar nuestra obra.
¿Consideras que has tenido más dificultades en tu trayectoria profesional por el hecho de ser mujer?
En los años ochenta, un hombre me dijo que tenía el trazo de hombre, que parecía que mi obra la había hecho un hombre. Yo siempre he querido demostrar que soy un ser humano.
No me he sentido inferior ni superior a nadie por el hecho de ser mujer, pero al empezar a editar vídeos pedí ayuda a mi hermano (el realizador Vicenç Matas) para el montaje de un proyecto que dirigí y grabé. Al ver los créditos la gente dijo “por eso está tan bien, lo ha hecho Vicenç”. Y él, mientras yo le decía dónde debía meter cada cosa, me decía “mira que eres complicada, me haces hacer unas cosas…”. Cuando hice la escenificación de Norma les dije a los técnicos donde tenían que poner cada cosa, pero no hicieron caso hasta que se lo dijo un hombre, con las mismas instrucciones. No me enfado, sigo con lo mío. Me da por reír, tal vez por eso he seguido.
¿Cómo ves tu trayectoria?
He hecho lo que quería y no me arrepiento de nada. Debemos encontrar nuestro sitio, que no nos quite nadie la parte que es nuestra, y buscar momentos en el día para encontrarnos con nosotros mismos. Meryl Streep sigue a los setenta años, como yo, que tengo un almacén lleno de obra y sigo trabajando. Y esto es cuestión de resistencia.
CUESTIONARIO
¿Cómo es tu día a día? El arte y las ganas de expresarme han rodeado mi vida, que ha cambiado mucho con los años. Esta última etapa es más solitaria, pero siempre tengo un rincón para encontrarme, yo, como Teresa.
¿El mejor momento? El momento mágico es estar en mi estudio trabajando. Todo desaparece a mi alrededor y es la total libertad. Tener a mi nieta conmigo es de los mejores momentos.
Un personaje que admires. Siempre he tenido admiración por mi padre, Rafael Matas Jaume, por el ejemplo de vida que me ha dado.
Un libro. Hacia un saber sobre el alma, de Maria Zambrano, y El innombrable, de Samuel Beckett.
Una película. La trilogía Tres colores (Azul, Rojo y Blanco), de K. Kieślowski.