Aina Bauzà (Es Pont d’Inca, 1994) ha hecho del mar su vida profesional y personal. Lo que empezó como una pequeña aventura a vela ligera por la isla de Mallorca se ha convertido en su pasión y profesión. Ahora, ha establecido el nuevo récord transatlántico de navegación en solitario con un monocasco de vela haciendo la travesía entre Cádiz y Bahamas en 30 días, 22 horas y 34 minutos.
¿Qué te inspiró a emprender este desafío transatlántico en solitario?
Mi ilusión era atravesar el Atlántico en solitario. Encontramos ese récord, y fue la excusa perfecta para conseguir lo que yo quería… Y así lo he hecho.
¿Cuándo empezó el proyecto?
Hasta la pandemia, yo navegaba a vela ligera y hacía unas regatas que me permitían dormir en casa. Después de la COVID, me invitaron a hacer una más larga, y fue un descubrimiento. Al año siguiente, empecé mi proyecto con el objetivo de tener mi propio barco, que conseguí en 2022. Estos últimos dos años lo he estado preparando haciendo regatas.
Quería hacer la travesía en 21 días, al final fueron 31 por las condiciones meteorológicas. ¿Cómo fue la preparación física y mental para cumplir el reto?
Cabe decir que las condiciones han sido demasiado buenas: no se han roto piezas del barco (ríe). La preparación física supone entrenar mucho y el proyecto te prepara para la parte mental. Pero una vez que sales al mar, ya no hay miedo. Es el regalo.
¿Qué equipo y qué recursos te fueron indispensables durante la travesía?
Todo el equipo que ha montado en la embarcación. Sobre todo, la conexión por satélite para poder conectarme con el suelo y poder consultar la meteorología. En tierra, tenía un meteorólogo que me ayudaba y me recomendaba por dónde ir. El timón automático también es muy importante, para cuando debo dormir.
¿Cuáles fueron los mayores desafíos que tuviste que afrontar?
Al final ocurre de todo. Son 31 días de tu vida en los que vives en unas condiciones completamente distintas de las que estás acostumbrado. El barco está vacío por dentro. No tiene cabina, ni baño… El agua la llevas en bidones para cocinar, y la comida ya la tienes medio preparada. Y tampoco hay cama, utilizas las velas. A partir de los 20 días mi cuerpo empezaba a estar cansado. Además, en los primeros 16 días no me crucé con nadie.
¿Cómo fue tu relación con el mar durante este viaje? ¿Y la experiencia que más le impresionó?
Muy buena, la verdad. Una vez que sales, las preocupaciones son mínimas: sólo pensaba en sobrevivir y que el barco hiciera camino. Vi muchos delfines, tortugas y ballenas. De hecho, encontré una ballena del tamaño de mi barco. Era algo que siempre había tenido en la cabeza y pensaba que me haría mucha ilusión, pero cuando la vi allí, tan cerca y tan grande, me cagué de miedo, sinceramente. Igualmente, el Atlántico es muy dócil, siempre hay agradables vientos.
El mar os trató bien, pero ¿os encontrasteis mucha contaminación durante la travesía?
Seguramente es lo que más me sorprendió. Encontraba cosas que no tenía sentido que estuvieran en medio del Atlántico. Piezas, plásticos…, elementos que habían flotado miles de kilómetros para llegar ahí. Es muy triste.
¿Tienes algún ritual o rutina que le ayude a mantenerse centrada y motivada?
Lo cierto es que la vida haciendo este tipo de cosas es algo salvaje. No tienes un horario, cuando vas a dormir pones la alarma cada treinta minutos, porque puede llegar una tormenta a las 04:30 h. Por eso, no puedes tener una rutina como tal, tienes que ir día a día.
Como primera persona que ha completado esta travesía en solitario, ¿qué mensaje esperan enviar a otras mujeres y jóvenes?
En España hay muy pocas mujeres que practican esta modalidad, porque, por lo general, no se atreven a navegar en un barco en solitario. No porque no estén preparadas, sino porque pienso que a las mujeres, en muchas ocasiones, nos cuesta mucho creer en nosotras mismas. El mensaje que envío es que crean más. Es un trabajo educacional y debemos ir cambiando con el tiempo.
¿Cómo te sentiste al establecer un nuevo récord transatlántico de navegación a vela?
Es una sensación genial. El récord era llegar a Bahamas, que es la ruta establecida, ya que es donde llegó Colón. Además, fue muy emocionante porque mis padres vinieron a recogerme. Era súper difícil, porque no sabíamos con exactitud qué día iba a tocar tierra, e ir hasta esa isla es muy complicado. Después lo aprovechamos y estuvimos unos días de relajación.
¿Hubo momentos en los que pensaste en rendirse? ¿Cómo los superaste?
Sí. De hecho, fue cuando pasaba por Canarias. Yo he estado mucho tiempo allí, y veía la tierra, la reconocía, y pensé: ¡uf!, ahora me quedan muchos días. ¿En qué lío me he metido? Fue en el momento en que tuve más vértigo. Pero después todo fue rodado. El hecho de poder hacer videollamadas para no estar totalmente desconectada ayudaba mucho.
¿Qué aprendizajes clave sacas de la experiencia?
Me ha hecho reflexionar sobre la vida: qué hacer y qué no. Aprendes mucho, cada detalle es una nueva aventura. Y conoces a muchas personas.
¿Qué consejos darías a alguien que quiera seguir sus pasos y aventurarse en la navegación en solitario?
Que lo pruebe. Yo recuerdo cuando la Aina del pasado decía: nunca navegaré en solitario. Y cuando lo pruebas, ves realmente tus capacidades.
Después de ver tanto mundo, ¿cómo es volver a Marratxí?
Para mí, es volver a casa. Me he criado aquí y tengo toda mi vida. Es un lugar seguro en el que está la familia. Además de tener unos días de descanso, estar a gusto con los tuyos.
¿Tienes planeado algún otro desafío o travesía en el futuro?
Quiero volver a navegar en breve. Este verano participaré en otras dos regatas. Estoy esperando a que llegue mi vela, que ahora está en un carguero, para volver a prepararla y para que dentro de dos meses esté todo listo. Además, toca buscar más patrocinadores para llegar a tener un barco mayor y cumplir más retos.
CARA A CARA
¿Cómo es tu día a día? Normalmente, a las siete de la mañana ya estoy despierta y no paro hasta el anochecer: hago unas 12 horas de trabajo diario.
¿El mejor momento? Yo creo que es cuando me acuesto. Es como: ya ha terminado.
Un personaje que admires. Me vienen a la cabeza un par de regatistas, pero no sé cuál elegir. Te diría Elle MacArthur.
Un libro. ¡Eh, petrel!, de Julio Villar; es de navegación, por supuesto.
Una película. Te diré la última que he visto, que estuvo muy bien: Nyad. Es una historia de superación.