Bernat Quetglas: «Tenemos que eliminar los estigmas elitistas del mundo de la clásica y acercarnos a la gente de la calle»

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Bernat Quetglas (sa Cabaneta, 1993) es el director y fundador de la Orquestra de Cambra de Mallorca, formada por casi cincuenta músicos jóvenes hace ahora siete años. La creación de esta agrupación responde a la voluntad de generar oportunidades de trabajo en la isla y acercar la profesión, según sus propias palabras, «a la tierra que amamos». Viajero y ambicioso, pero con los pies en la tierra, el músico marratxiner nos cuenta los desafíos de la música clásica, que lucha contra las radiofórmulas acercándose al pueblo con eventos a través de su residencia en el Teatro Principal de Inca.

¿Consideras que Marratxí es tierra de músicos?

Han salido buenos músicos de Marratxí. Francesc García Fullana es uno de los mejores violinistas en el ámbito europeo y mundial. La coral y la banda han dado sus frutos, pero hay que seguir impulsándolos. En el momento en que tienes mucha gente aficionada y vinculada a la música, consigues que salgan músicos de muy alto nivel. La banda de Marratxí es una de las más grandes, con 50 integrantes, y ojalá siga creciendo. Es una manera de hacer cantera. Además, hace un trabajo muy bueno de integración local, porque junta gente de Sa Cabaneta, Pòrtol, Sa Cabana, Es Pont d’Inca…

A los cuatro años ya estudiabas violín.

Sí, con Bernat Pomar, un maestro muy vinculado a Marratxí, con una calle dedicada a él, y que siempre daba conciertos en Sant Marçal. Mis padres me regalaron una batería. Un día un amigo suyo vinculado al coro vio cómo tocaba y dijo «este chico tiene intuición». Entonces me llevaron a escuchar un concierto suyo con sus alumnos en la Iglesia de Sant Marçal. Allí comenzó todo. Tal vez si no hubiera ido a ver ese concierto no me habría planteado coger el violín. Marratxí me dio la oportunidad de  coger el gusto por la música.

Ha habido mucho trabajo detrás…

Hay un trabajo de los padres y la familia, de reforzar el amor por la cultura y el arte. Muchas veces te planteas dejarlo, sobre todo cuando eres adolescente. De las clases con Bernat Pomar fui al conservatorio, un centro educativo ejemplar con un ambiente de amor por lo que se hace: es mágico. Es una institución que deberíamos cuidar muchísimo y darle el valor que merece. Disfruté mucho estudiando, y fue donde me convencí de seguir estudiando música.

Hay que ser constante y sacar fuerzas.

Es totalmente vocacional y un mundo muy competitivo. De director o solista, hay uno en cada orquesta; proporcionalmente, hay mucha gente que se dedica a esto, pero muy pocas oportunidades laborales. No basta con hacer el trabajo correcto, tienes que hacerlo lo mejor posible. Eso significa que tu pasión y tu trabajo deben ser lo mismo. Es muy difícil abrirte camino en este mundo, porque se exige un grado de excelencia y es complicado conseguir trabajo. Tienes que amar la música para que el sacrificio que tendrás que hacer valga la pena y no lo sientas como una renuncia.

¿Qué has tenido que sacrificar por la música?

De joven sacrificaba horas de sueño por estudiar o tener vida social. Hace dos semanas estuve fuera, pasando por diferentes países, así que no ves a la familia, a la pareja… No puedo tener un perro porque no lo puedo cuidar, y me encantan los animales. Cuando estás enamorado de tu profesión, te das cuenta de que tu espíritu te lo pide. Esto implica que la gente que te rodea debe poder entender que tengas una pasión muy fuerte que no está en la escala de prioridades de la mayoría.

Has viajado a Berlín porque has sido uno de los 150 directores seleccionados para asistir a The Critical Orquestra. Es un encuentro muy original, ¿verdad?

Son unas clases magistrales que organiza el gobierno alemán dedicadas a la formación y promoción de directores de orquesta. En lugar de tener un profesor que te corrige, son los músicos de la orquesta quienes te dicen cómo se sienten con tu dirección y si has sido claro en tus indicaciones. Antes, el director consistía en una figura que tenía un poder casi absoluto para hacer y deshacer lo que quería. Ahora, son los músicos quienes exigen con quién quieren trabajar. El objetivo primordial es conseguir la mejor calidad musical posible.

¿Qué debería tener un director de música para ser mejor?

El trabajo de un director es sacar lo máximo de sus músicos para ofrecérselo al público. Cuando haces buena música, consigues emocionar a quien te escucha. A la vez, se debe ser claro en las directrices, conjuntar bien la orquesta y que sus miembros estén a gusto. A los autores clásicos a veces no los acaban de apreciar, porque es muy complejo hacer música clásica de calidad. En cuanto a la ejecución, es mucho más complicada que la música actual, los instrumentos tienen una técnica y nos debemos adaptar a la acústica del lugar. Los músicos debemos tener claro que debemos poder coger el mensaje que dejaron Beethoven, Mozart o Bach en la partitura y hacerlo llegar a la gente. Esto es hacer cultura.

La formación en música clásica no es un requisito para poder disfrutar de ella, pero cuesta hacerla popular.

Cualquier persona, con formación o sin ella, puede disfrutar de la buena música. La causa de esta desconexión no es solo una. Tiene que ver con cómo la ofrecemos y la necesidad de tener más presencia en la educación y en los medios. Además, luchamos contra una maquinaria comercial a la que no le interesa hacer llegar las cosas de calidad con profundidad, sino hacer dinero. Es muy complicado luchar contra el reguetón. Si esta música [la clásica] llegara más, la gente tendría más afición, sería más exigente a la hora de escucharla y subiría el nivel.

Hay otro factor: la música clásica se ha acabado convirtiendo en un producto de élite. Tenemos que eliminar los estigmas elitistas del mundo de la clásica y acercarnos a la gente de la calle. En el Teatro de Inca lo hacemos con un musical, West Side Story, el concierto de Cap d’Any, conciertos escolares, la orquesta toca en el mercado… Esto genera que la gente se acerque al teatro. Tal vez no vienen a escuchar la orquesta de cámara, escuchan pop o van al cine, pero ya los acerca a esta casa y, cuanto más gente, mejor.

Ha viajado a Perú por segunda vez para dirigir la Orquesta Filarmónica de Lima, ¿cómo ha sido la experiencia?

Me invitaron en agosto, tras conocer a un trompetista de la Orquesta Sinfónica Nacional del Perú que vino a vivir a Mallorca. Ahora he vuelto y estamos hablando de volver en septiembre. Abrirme al mercado latinoamericano es muy interesante, hay muchas orquestas y están creciendo mucho. Hay un talento increíble. En Venezuela tienen El Sistema [orquesta formada por niños que viven en máxima pobreza y que gracias a los instrumentos son sacados de este ambiente], de donde han salido grandes solistas, gente que trabaja en las mejores orquestas europeas, por ejemplo, Gustavo Duamel, que es uno de los mejores directores hoy en día.

¿Cómo surgió la Orquestra de Cambra de Mallorca, hace ahora siete años?

Unos cuantos compañeros vimos que encontrábamos oportunidades de trabajo, pero no en Mallorca. Nos vimos en la necesidad de hacer algo que acercara nuestro trabajo a la tierra que amamos. A la vez tenemos una deuda con el mundo musical de la isla y queremos hacer crecer este mundo. En Mallorca hay público y espacio para que haya más iniciativas. Empujamos a instituciones existentes a revisar las cosas, y creo que hemos servido de ejemplo a otras iniciativas en los últimos cinco años. Mientras las instituciones den apoyo, hay mucho por hacer y nivel por subir.

¿Cómo es la situación actual de la orquesta?

Tenemos mucha ambición, pero nuestro crecimiento pasa porque cada vez haya más recursos. Laboralmente, hay un cierto punto de precariedad. Necesitamos que se crea en el proyecto y que se pongan a disposición recursos para que el trabajo se haga más a gusto. Una persona lo que necesita es llegar a final de mes, así hará su trabajo de mejor manera.

La cultura requiere un esfuerzo económico a largo plazo. Invertir en cultura es invertir en futuro, pero no se ven los resultados en un año o dos. Tiene unos resultados sociales demostrados, nos hace ser más libres y estar más formados y preparados para los cambios que puedan venir. También es un motor económico. Además de la venta de entradas, supone combustible o transporte público, bares y restaurantes que tendrán clientes, y también trabajo para la gente que trabaja en el teatro. Si la industria cultural se impulsa, hay gente que puede vivir de ello, y refuerza los otros sectores económicos. Se puede generar riqueza si se cree y se invierte en ello.

¿Cómo es tu día a día?

Muy enfocado en la música. Ir a caminar o correr, estar en contacto con el aire fresco. Luego estudiar, ir a clases, hacer tareas de gestión de la orquesta y estudiar hasta altas horas de la noche.

El mejor momento.

El momento preferido te lo da la situación que se genera. En clase pueden surgir situaciones preciosas. Hay días de estudio que dices «ahora he entendido lo que quería decir este compositor en este compás».

Un personaje que admires.

Claudio Abbado. Supuso un cambio radical en la dirección de orquesta, rompió con la imagen de los directores autoritarios y estableció una relación abierta y más cercana con los músicos. Un músico increíble, con una conexión emocional genial y una sensibilidad exquisita.

Un libro.

La sociedad del cansancio, del filósofo coreano Byung-Chul Han. Hace un análisis de cómo la sociedad está mucho más atrapada de lo que se piensa.

Una película.

La juventud, de Paolo Sorrentino.