La doctora Marga Miquel (Palma, 1957) celebró su jubilación el pasado mes de diciembre en el Centre de Salut Muntanya, situado en el Polígono de Marratxí. Rodeada de los profesionales con quienes ha trabajado durante los últimos 12 años, recibió numerosas muestras de cariño por su empatía y profesionalidad. Hija de padre catalán, de Solsona, y madre de Llubí, la doctora asegura que está “muy vinculada a los pueblos” por esta razón. Siempre tiene buenas palabras para Pòrtol, donde ha trabajado en los últimos años. Reivindica la importancia de valorar el trabajo de los profesionales de la salud.
¿Cómo terminaste trabajando en Marratxí?
Es muy curioso. No había estado allí en mi vida y pensé que no volvería porque solo hice una sustitución de un día. Yo venía de trabajar en la Casa del Mar, en Palma. Años después, la vida me llevó a regresar al Centre de Salut Muntanya, desde 2014. Empecé haciendo refuerzos y visitas o sustituciones en Sa Cabaneta y Pòrtol, donde siempre me ha gustado trabajar. A partir de 2019 lo hice con más frecuencia.
El lugar donde más tiempo has trabajado es Palma.
El sitio donde más tiempo he trabajado ha sido s’Escorxador; después me trasladé aquí. Desde que terminas la carrera hasta que te jubilas, pasas por muchos lugares. Estudié en el Hospital Clínic de Barcelona, después hice rotaciones en Son Dureta y fui interina en Pere Garau. En Esporles hice sustituciones porque vivía allí.
¿Qué te gusta de trabajar en un pueblo o núcleo como Pòrtol?
La familiaridad y el contacto más personal con la gente. Es más cercano, y eso te vincula emocionalmente; llegas a conocer a toda la familia. Hubo un tiempo en el que solo trabajábamos la enfermera, la administrativa y yo. Tuve la suerte de coincidir con Elvira, que trabajó unos 25 años en Pòrtol y conocía todas las casas. Era fantástica, me ayudaba muchísimo.
¿Has vivido momentos difíciles debido a esta proximidad?
La etapa de la COVID fue muy difícil porque estábamos todos en Muntanya y no pudimos ir a las unidades básicas desde marzo hasta octubre. Estaba preocupada por los pacientes de otras zonas como Sa Cabaneta, donde hay mucha población mayor; ni ellos ni nosotros queríamos ir al hospital. Todos lo pasaron muy mal, los hijos no podían ver a sus padres y les dejaban la comida en la puerta. Pero, por suerte, todo fue más o menos bien. En Pòrtol no hubo ninguna muerte directa relacionada.
¿Qué ha significado Marratxí para ti?
Para mí ha sido muy importante; me he sentido muy bien en este centro de salud, valorada y respetada, y sobre todo en el pueblo, en Pòrtol.
Te hicieron un homenaje por tu jubilación en el que te mostraron este cariño.
Fue muy emocionante, porque no me esperaba que estuvieran las autoridades, el alcalde y el director del IB-Salut, y sobre todo mucha gente que me manifestó un gran aprecio. Parece que he ido dejando pequeñas semillas, no solo profesionalmente. He hecho muchas amistades allí.
¿Qué te motivó a hacerte médica?
Me viene un poco de familia. Tenía un tío médico, mi padre era farmacéutico y un primo cirujano. Crecí en este ambiente, y también me gusta la profesión.
¿Cuál ha sido el mayor reto como profesional?
En la época de la COVID fue cuando más aprendí de geriatría. Fue un reto porque había que controlar a la población mayor, intentar que no tuvieran que ir a los especialistas, ayudarlos desde atención primaria. Es lo que más me costó y de lo que más satisfecha estoy.
Eres especialista en atención primaria, pero ¿tienes otras inquietudes profesionales?
Me gusta la medicina integrativa: reflexología, acupuntura, homeopatía, fitoterapia… Lo respeto mucho. Creo que todo lo que pueda ayudar y no sea dañino, es bienvenido. Hoy en día el centro de salud está abierto a estas cosas.
¿Cómo te interesaste por estas terapias?
Cuando aún estudiaba tenía un vecino con un niño pequeño con otitis repetitivas que fue a un homeópata que le solucionó el problema. Me interesé y tomé cursos después de la carrera.
¿Qué cambios ha habido en atención primaria?
Cuando empecé, en según qué centros los médicos atendían en dos horas y media a unos 60 o 70 pacientes con la ayuda de una auxiliar que hacía todas las recetas; lo recuerdo en Pascual Ribot. Hacia los años noventa, la atención primaria mejoró mucho con la creación de los centros de salud, atendiendo a 15 o 10 pacientes al día y con una estructura con enfermería. Con el tiempo y el aumento de población, todo se ha quedado pequeño y falta personal. También creo que la gente se ha vuelto mucho más exigente. Los mallorquines, o los que viven en Mallorca, deben valorar mucho el trabajo de los médicos. En un pueblo de la Península, el médico tiene que hacer cien kilómetros, y aquí en cada esquina hay un centro de salud. Es importante que la gente lo valore.
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¿Los pacientes de antes eran diferentes?
Hoy en día se toman muchos más medicamentos, antes se aguantaba más el dolor o se pensaba “ya se me pasará”. Parece que el umbral del dolor ha bajado. Ahora la gente está más asustada; el señor Google no ha ayudado. Aun así, las personas son más conscientes de que deben hacer deporte y cuidarse más. Las enfermedades mentales en jóvenes, como la ansiedad y la depresión, también han aumentado muchísimo a raíz de la COVID.
¿Cómo ves el futuro de la profesión?
Muchas plazas han quedado vacías debido a las especialidades. No sé cómo quedará el papel del médico de familia, tiene mucha carga de trabajo y está en contacto directo con los pacientes, y con el mundo digital no sé si se podrá mantener. Quiero ser optimista, el contacto humano es tan importante que debe estar presente, pero no sé de qué forma.
¿Qué actividades te gustaría hacer durante la jubilación?
Soy una privilegiada por haber podido ejercer una profesión que me ha gustado, y ahora todavía no me hago a la idea de hacer vida de jubilada, pero lo más importante es hacer ejercicio cada día. Da mucha pereza, pero si no lo hacemos, no vamos por buen camino. Muchas patologías mejoran con una buena alimentación y ejercicio diario.
Ese también es un buen consejo que se da en consulta a la población general.
Muchas personas, sobre todo mujeres de 70 a 80 años, han dedicado su vida a la familia y ahora tienen mucho dolor muscular o de huesos. Han estado tomando medicamentos, pero llega un momento en que ya no hacen efecto. Si estas personas hubieran empezado mucho antes a hacer ejercicio, no habrían llegado a este punto; es evitable. Además, emocionalmente el ejercicio les va muy bien. Con los centros de día es más fácil mantener la salud física y emocional de las personas mayores.
¿Qué se hace en Marratxí para atender mejor las necesidades de los pacientes?
Marratxí es muy grande y se hace un gran trabajo con los programas de deshabituación del tabaco y contra la soledad o con el taller de cuidadores. Es un esfuerzo extra para médicos y enfermeros que debemos valorar. El programa Paciente Activo es muy interesante. Si eres una persona diabética, con patología cardíaca, oncológica o fibromialgia y te interesa ayudar a los demás, haces de puente entre el personal sanitario y los pacientes con talleres y charlas, y eso les acompaña.
Cara a cara
¿Cómo es tu día a día?
Aprovechar cada minuto ha sido una meta en mi vida. He trabajado mucho en crecimiento personal y mindfulness, que es un buen camino para vivir mejor. Cada momento es tan importante que procuro estar bien y presente.
El mejor momento del día.
Ahora que me he jubilado, es por la mañana, porque no tengo que madrugar y puedo leer un rato en la cama. También cuando estoy con mis nietos.
Un personaje que admiras.
Jean Dausset, Premio Nobel de Medicina. Tuve el gusto de conocerlo. Era una persona muy sencilla e hizo mucho por la medicina, especialmente por los trasplantes.
Un libro.
Retrato en sepia, de Isabel Allende.
Una película.
Relatos salvajes (2014).