LOS REFUGIOS DE LA GUERRA CIVIL

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La Guerra Civil fue el primer conflicto que incorporó la guerra aérea, y Mallorca, por su posición estratégica, se convirtió en una pieza clave. En Marratxí, que fue varias veces bombardeado, se construyeron cerca de una decena de refugios antiaéreos.

El golpe de estado del 18 de julio de 1936 contra la República triunfó en Mallorca. En cambio, todo el litoral peninsular, desde el cabo de Creus hasta el estrecho de Gibraltar, estuvo bajo control republicano. Esta situación resultó perjudicial para la población, porque quedaron bloqueadas las conexiones y la llegada de productos básicos, pero desde el punto de vista estratégico la isla se convirtió en una base de operaciones clave desde donde la aviación rebelde, principalmente italiana y alemana, podía atacar las ciudades de la costa. Muchos de los aviones que bombardearon Barcelona o Valencia salieron de lo que entonces era el aeropuerto de Mallorca: Son Bonet.

Por su parte, la aviación republicana bombardeó Mallorca en una cincuentena de ocasiones durante el verano de 1936, y repartió los ataques entre Palma y algunas poblaciones de la Part Forana. Marratxí solo fue bombardeado una vez en estos meses, concretamente el 30 de julio, cuando cayeron varias bombas en Son Bonet y el Pont d’Inca. Popularmente, los proyectiles eran conocidos como «botes de tomate», porque tenían forma de lata y eran de un color rojizo.

La mayoría de ataques aéreos se produjeron durante la segunda mitad de 1937: 1 de agosto, 7 de agosto, 8 de octubre y 7 de diciembre. Un último bombardeo tuvo lugar el 31 de mayo de 1938. El objetivo de los aviones solía ser el aeródromo de Son Bonet, pero la precisión no siempre era perfecta y las bombas también cayeron sobre Es Pont d’Inca, Es Pla de na Tesa y Pòrtol. En general, los daños fueron materiales, y en este sentido hay que destacar el bombardeo sobre la estación de Marratxí, en diciembre de 1937, que destruyó parte de la vía, por lo que algunos trabajadores ferroviarios fueron acusados ​​de conspiración. Solo se tiene constancia de una víctima, Miquel Munar Salas, un soldado que murió durante el ataque sobre Son Bonet del 7 de agosto de 1937.

En Marratxí, como otros municipios, se constituyó un Comité de Defensa Pasiva. Estaba presidido por el alcalde y formado por dos militares, un médico, un farmacéutico, un maestro cantero y un secretario. Sus funciones consistían en dar las señales de alarma (para los que se usaron los campanarios de las iglesias de Pòrtol y Es Pont d’Inca), organizar los servicios de bomberos y de asistencia médica y otras medidas destinadas a la protección de la población de los ataques aéreos, además de la habilitación y construcción de refugios.

Inicialmente, cualquier sótano fue empleado como refugio, pero no todos reunían las condiciones adecuadas. Por ello, el 25 de febrero de 1937 el Comité local acordó «habilitar todos los sótanos existentes en el barrio del Pont d’Inca, que son suficientes para la población, y en los demás barrios construir los necesarios mediante la prestaciones personales obligatorias de los vecinos». En el Pont d’Inca se habían abierto refugios en la estación de radio y al cuartel de la Guardia Civil, pero no en la fábrica de Sa Farinera, como pidieron los empresarios locales, que manifestaron en varias ocasiones la necesidad de construir refugios ante la concentración de infraestructuras estratégicas que podían ser objeto de ataque.

En verano de 1937 comenzaron las obras de los refugios municipales situados en las plazas de las iglesias de Es Pont d’Inca, Es Pla de na Tesa y Pòrtol. Los tres eran pasillos subterráneos de 2,50 metros de altura por 1,80 metros de ancho, con muros de hormigón o de piedra arenisca, y una profundidad de entre 8 y 10 metros. La longitud del corredor era diferente en cada refugio, pero siempre había una apertura en cada extremo para evitar amontonamientos. La construcción conllevó problemas vinculados principalmente a la financiación, procedente de donaciones y prestaciones obligatorias de trabajo con las que muchos marratxiners no estuvieron de acuerdo. En todo momento, el Ayuntamiento solicitó ayudas a las autoridades provinciales, pero estas parecían querer destinar el dinero sólo a los refugios de Palma.

En octubre de ese mismo año, la Inspección Provincial de Primera Enseñanza ordenó la construcción de refugios en todos los centros escolares ubicados en zona de riesgo y, en caso contrario, debían cerrarse. A raíz de esta disposición, también se construyeron búnkeres particulares en el colegio de Santa Teresa de Pont de Inca, en el convento de las monjas franciscanas de Pòrtol y en el de las monjas agustinas d’Es Pla de na Tesa. Precisamente, este último es uno de los que a día de hoy presenta mejor estado de conservación.

Terminada la guerra, los refugios se convirtieron en fantásticos espacios para el juego de los niños, pero también un obstáculo para los peatones y focos de suciedad. Por ello, durante 1940 se taparon las entradas, primero con tablones de madera y, más adelante de forma definitiva cegando o cimentando los accesos.

Martín Rotger. Historiador.