Maties Crespí Vidal, el apóstol marratxiner de la Patagonia

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L’historiador Antoni Ginard Bujosa presentó este artículo a la Jornada de Estudios Locales de 2018 para dar a conocer la figura de Maties Crespí Vidal (1878-1963) nacido en el Pla de na Tesa y que tras una etapa en el clero de Mallorca fue misionero jesuita durante más de 50 años en Argentina y Uruguay. Por su tarea y por ser el fundador de las Misiones Rurales Argentinas mereció el nombre de apóstol moderno de la Patagonia.

El 1904 Maties Crespí celebró su primera misa en la iglesia de Santa Catalina de Sena de Palma. Un año después de su ordenación sacerdotal, con veintisiete años, fue destinado a la iglesia de Sant Josep del Terme, donde tuvo un protagonismo significativo en la evolución de la vida parroquial. El novel sacerdote atendió a los feligreses de sa Indioteria (Palma) y del Pla de Son Nebot (Marratxí) y llevar a cabo una actividad de carácter parroquial.

Maties Crespí fue también un elocuente predicador, sobre todo realizando misiones populares o ejercicios espirituales. Entre otros lugares, sermoneó en pueblos como Llucmajor, Pollença, Felanitx, Valldemossa, Sóller, Santa Maria, Inca, Sencelles o Son Servera

De Mallorca a Argentina (1910)

Antes de acabar en 1910, con treinta y dos años, y cinco de experiencia como vicario de Sant Josep del Terme, Maties Crespí pidió permiso al obispado para trasladarse a la diócesis de Santa Fe, siguiendo el camino de su hermano. Posteriormente, en Argentina, ambos hermanos ingresaron en la Compañía de Jesús para convertirse en misioneros.

Al final del siglo XIX y principio del siglo XX, Argentina, Uruguay y Paraguay ofrecían espacios inmensos, verdaderas tierras de frontera, para colonizar y para cristianizar. La carencia de sacerdotes atrajo no solo a clérigos diocesanos, sino también religiosos de varias congregaciones. La función de los misioneros era ir de una parte a otra, en pequeños grupos, predicando y celebrando bautismos y matrimonios y las primeras comuniones de niños y adultos. Por su parte, los misioneros transmitían un ideario católico y los principios sociales de la Iglesia.

Después de llegar a Argentina, Maties Crespí continuó como clérigo a la diócesis de Santa Fe. En 1915 se convirtió en sacerdote de la parroquia de Castelar, otra colonia agrícola de la provincia de Santa Fe. El 3 de junio de 1915, Maties Crespí —a punto de cumplir treinta y siete años— entró, junto con su hermano Antoni, en el noviciado (Casa de Probación) de los jesuitas de Córdoba

Maties Crespí en Uruguay

El itinerario misionero de Maties Crespí lo sitúa en una primera etapa en la República Oriental de Uruguay durante dos décadas donde realiza decenas de misiones y deja una gran impronta como un hombre “orlado por la modestia y destellando unción”.

En Argentina, los misioneros realizaron 70 misiones, visitaron 28 localidades, instruyeron 9 tribus y a 17 lugares llegó un sacerdote por primera vez. El éxito de las misiones pasaba por la conversión de los indios al catolicismo, su educación y su socialización. «Los niños, antes huraños y recelosos, son hoy educados, sociales e inclinados a la piedad, y ya no se esconden como antes cuando ven “un blanco”».(«Dios y patria»: «Cruz y la espada se completan»).

Desde 1939 hasta 1953, Maties Crespí ejerció de misionero y director del Centro Beatos Mártires Rioplatenses. Desde Buenos Aires, dirigía e impulsaba la obra de las Misiones Rurales Argentinas. En 1954 se desplazó hasta la ciudad de Córdoba y a partir de 1957, con casi ochenta años, finalmente se retiró en esta ciudad donde predicaba cuando podía y era vicario de la parroquia de la Sagrada Familia y de un hospital. El año 1958, mientras residía en el noviciado de la Compañía, conoció un joven novicio (nacido en 1936), que respondía al nombre de Jorge Mario Bergoglio y que en el futuro llegó a superior de los jesuitas argentinos, a obispo y arzobispo de Buenos Aires, a cardenal y a ser el primer papa jesuita. Bergoglio definió a Crespí como un “infatigable misionero”.

Maties Crespí murió en Córdoba el 7 de agosto de 1963, a los 85 años, después de 58 años de sacerdocio y de 48 años de vida religiosa en la Compañía de Jesús. La de Maties Crespí fue una vida de entrega, generosidad y convicción para extender la religión católica por zonas inhóspitas durante décadas. Prueba de su obra y de su gran fuerza interior la aporta otro jesuita, Nicolau Pons Llinàs, que al entrevistarlo en 1959 concluyó: “la raza de los Llull y de los Juníperos no ha muerto”.